Escrito por el Dr Madsen Pirie
El término “bienes públicos” es un término equivocado. Quizás el gobierno le haya dado en nombre de público, pero dichos bienes no son propiedad del público en ningún sentido. Todos los atributos de la propiedad, como el control, el derecho decidir cómo habrán de usarse y bajo qué condiciones, es determinado por la burocracia que los tiene a su cargo. Lejos de ser propiedad del público, en realidad son propiedad de las personas encargadas de administrarlos. De hecho, el público tiene mucho mayor influencia, a través de sus decisiones de compra, sobre las empresas del sector privado del que puede llegar a tener sobre las empresas estatales. En esos caso, la influencia se difumina y diluye a través del proceso político.
Como el público no puede elegir si compra o no los bienes o servicios públicos, ni de elegir la calidad que les resulta apropiada, no tienen poder sobre las empresas estatales. En ausencia de ese poder, son los administradores y trabajadores los que deciden cómo se harán las cosas en función de sus propios intereses y no los del público. El fenómeno, llamado “captura del productor” por los economistas, da como resultado servicios y productos que generan poca satisfacción al cliente y en baja productividad en función de los recursos que las empresas públicas reciben.
Cuando partes del sector público se privatizan, estas pasan a formar parte de la economía en donde las personas tienen algún tipo de control y de influencia. Es el sector público el que en realidad está en unas cuantas manos, y el sector privado el que está sujeto a la preferencia de las mayorías. Cuando una industria estatal es privatizada mediante una emisión amplia de acciones, una parte importante del público puede acceder a una propiedad genuina, en lugar del mito que la propiedad pública siempre ha sido.
Entrada original en inglés.
viernes, 9 de julio de 2010
martes, 23 de marzo de 2010
40. El libre mercado no funciona en la práctica porque no existe tal cosa como la competencia perfecta o la información perfecta
El mercado libre no requiere de competencia perfecta o información perfecta. Funciona en base a lo que está disponible. Los libros de texto hablan de tales cosas y pueden ser utilizadas para hacer bonitas ecuaciones y gráfica, pero no tienen nada que ver con el mundo real.
En el mercado existe competencia todo el tiempo. Los vendedores compiten para vender sus productos a diferentes precios y los compradores están dispuestos a pagar distintos precios por lo que quieren comparar. Cuando abunda la oferta, los vendedores pueden verse obligados a reducir sus precios respecto a los de los otros para lograr vender sus productos. Cuando los productos están escasos, los compradores pueden verse en la necesidad de ofrecer más que otros para obtener obtenerlos. Esto ocurre de forma continuamente, cambiando día a día o incluso momento a momento conforme nueva información se hace disponible. Nada de esto tiene porqué ser perfecto. Se trata de un proceso continuo en el cual se actúa en base a la información disponible. No hace falta que sea perfecto, basta con que sea mejor.
Escrito por el Dr Madsen Pirie
Los libros de economía pueden hablar de un “equilibrio de precios” en el que la oferta iguala a la demanda, pero nunca ha existido tal cosa en el mundo real. Al contrario, los precios cambian constantemente y varían en distintos momentos entre diferentes tipos de vendedores y en distintos lugares.
Algunas personas utilizan esta “imperfección” de los mercados como un argumento a favor de la planeación centralizada y la intervención gubernamental. Desean que mentes brillantes impongan un orden racional a las cosas que sustituya a la confusión del mercado. Sin embargo, no existe tampoco la planificación perfecta y los intentos de dirigir la economía mediante planes centralizados han mostrado ser ridículamente inferiores. Tienen menos información, menos motivación y menor capacidad de respuesta. Al comparar los resultados de los mercados libres, con todas sus imperfecciones, contra las de las economías centralmente planeadas y sus imperfecciones es evidente que las economías de mercado ganan por una tremenda ventaja.
Entrada original en Inglés
En el mercado existe competencia todo el tiempo. Los vendedores compiten para vender sus productos a diferentes precios y los compradores están dispuestos a pagar distintos precios por lo que quieren comparar. Cuando abunda la oferta, los vendedores pueden verse obligados a reducir sus precios respecto a los de los otros para lograr vender sus productos. Cuando los productos están escasos, los compradores pueden verse en la necesidad de ofrecer más que otros para obtener obtenerlos. Esto ocurre de forma continuamente, cambiando día a día o incluso momento a momento conforme nueva información se hace disponible. Nada de esto tiene porqué ser perfecto. Se trata de un proceso continuo en el cual se actúa en base a la información disponible. No hace falta que sea perfecto, basta con que sea mejor.
Escrito por el Dr Madsen Pirie
Los libros de economía pueden hablar de un “equilibrio de precios” en el que la oferta iguala a la demanda, pero nunca ha existido tal cosa en el mundo real. Al contrario, los precios cambian constantemente y varían en distintos momentos entre diferentes tipos de vendedores y en distintos lugares.
Algunas personas utilizan esta “imperfección” de los mercados como un argumento a favor de la planeación centralizada y la intervención gubernamental. Desean que mentes brillantes impongan un orden racional a las cosas que sustituya a la confusión del mercado. Sin embargo, no existe tampoco la planificación perfecta y los intentos de dirigir la economía mediante planes centralizados han mostrado ser ridículamente inferiores. Tienen menos información, menos motivación y menor capacidad de respuesta. Al comparar los resultados de los mercados libres, con todas sus imperfecciones, contra las de las economías centralmente planeadas y sus imperfecciones es evidente que las economías de mercado ganan por una tremenda ventaja.
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domingo, 11 de octubre de 2009
39. La riqueza no hace mas feliz a a la gente, no deberíamos preocuparnos tanto por el crecimiento económico.
Escrito por el Dr Madsen Pirie
Hay encuestas que muestran que en la Gran Bretaña hay la misma proporción de personas felices hoy que hace 20 años cuando los estándares de vida eran menores. A partir de esto, Lord Layard y otros llegan a la conclusión de que el crecimiento económico no genera felicidad, por lo que deberíamos buscar una sociedad más simple y equitativa en lugar de una más próspera.
Hay cosas que pueden decirse en favor de la riqueza y el crecimiento económico: Genera mayores oportunidades; a ciertos niveles elimina fuentes evitables de infelicidad como el hambre y la enfermedad; facilita alcanzar metas y conduce a una vida más plena y satisfactoria
.
Las encuestas sobre la felicidad también muestran que la gente es más feliz cuando siente que sus condiciones de vida mejoran. Son menos proclives a decir que son felices quienes viven en una sociedad rica pero estática que quienes viven en una sociedad menos rica pero progresando. Es la posibilidad mejora lo que cuenta, no el nivel de vida que se haya alcanzado. Jefferson atinó al hablar de la importancia de “la búsqueda de la felicidad” en lugar de la de alcanzar cierto nivel de ella.
Los seres humanos no suelen alcanzar un estado de alegría permanente. Buscan los retos y las emociones que supone lograr algo. La calma y la paz no son para ellos. Aquellos que creen que la felicidad radica simplemente en satisfacer ciertas necesidades no logran ver que el ser humano necesita de retos y cambio. Los humanos aspiran más. Mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho.
No le corresponde a los opinantes en temas económicos establecer qué niveles de riqueza o logro se les debe permitir a las personas para que sean suficientemente felices. Son las personas quienes determinan tales límites si es que los hay. Para alcanzar una sociedad donde más gente sea feliz, lejos de limitar el crecimiento económico debería buscarse que los ciudadanos tengan oportunidades de progreso.
Entrada original en inglés.
Hay encuestas que muestran que en la Gran Bretaña hay la misma proporción de personas felices hoy que hace 20 años cuando los estándares de vida eran menores. A partir de esto, Lord Layard y otros llegan a la conclusión de que el crecimiento económico no genera felicidad, por lo que deberíamos buscar una sociedad más simple y equitativa en lugar de una más próspera.
Hay cosas que pueden decirse en favor de la riqueza y el crecimiento económico: Genera mayores oportunidades; a ciertos niveles elimina fuentes evitables de infelicidad como el hambre y la enfermedad; facilita alcanzar metas y conduce a una vida más plena y satisfactoria
.
Las encuestas sobre la felicidad también muestran que la gente es más feliz cuando siente que sus condiciones de vida mejoran. Son menos proclives a decir que son felices quienes viven en una sociedad rica pero estática que quienes viven en una sociedad menos rica pero progresando. Es la posibilidad mejora lo que cuenta, no el nivel de vida que se haya alcanzado. Jefferson atinó al hablar de la importancia de “la búsqueda de la felicidad” en lugar de la de alcanzar cierto nivel de ella.
Los seres humanos no suelen alcanzar un estado de alegría permanente. Buscan los retos y las emociones que supone lograr algo. La calma y la paz no son para ellos. Aquellos que creen que la felicidad radica simplemente en satisfacer ciertas necesidades no logran ver que el ser humano necesita de retos y cambio. Los humanos aspiran más. Mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho.
No le corresponde a los opinantes en temas económicos establecer qué niveles de riqueza o logro se les debe permitir a las personas para que sean suficientemente felices. Son las personas quienes determinan tales límites si es que los hay. Para alcanzar una sociedad donde más gente sea feliz, lejos de limitar el crecimiento económico debería buscarse que los ciudadanos tengan oportunidades de progreso.
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viernes, 25 de septiembre de 2009
38. Los pobres no tienen la libertad de comprarse un Rolls Royce.
Escrito por el Dr Madsen Pirie
En realidad los pobres si tienen la libertad de comprarse Rolls-Royces. No son suficientemente ricos para comprarlos, pero en un país libre no están impedidos de hacerlo por el capricho o voluntad de otros. Si tuvieran o pudieran conseguir dinero podrían comprar artículos de lujo, pero hay cosas que ni los ricos ni los pobres pueden hacer.
No pueden fumar libremente en un bar o manifestarse en los alrededores del Parlamento de la Gran Bretaña. La prohibición de hacer algo tiene que ver con los límites a la libertad. Tener la capacidad de comprar algo tiene que ver con superar una circunstancia.
Una persona que carece de los recursos para comparar algo puede aspirar a reunir dinero a través del ahorro, el trabajo, un préstamo o ganándose la lotería. La mayoría de nosotros hemos llegado a comprado cosas que en algún momento no podíamos. Si no lo hicimos en dicho momento no fue por una imposición que nos lo impidiera, sino porque carecíamos de los medios necesarios.
Existe una diferencia crucial entre ser detenido por las circunstancias y ser frenado por la autoridad superior de otros. En el primer caso se tienen aspiraciones más allá de las capacidades presentes, pero en el segundo caso una autoridad dicta arbitrariamente que debes vivir tu vida del modo que ella juzga conveniente, en lugar de que lo hagas como te gustaría.
En una sociedad libre las personas pueden hacer sus propias decisiones, en lugar de ser objeto de los caprichos de quienes detentan el poder. Existen cosas que no se pueden hacer, no por falta de libertad, sino por falta de capacidad. La gente es libre de saltar por encima de la torre Eiffel, pero no hay quien sea capaz de hacerlo. La diferencia radica en que la gente que puede superar la falta de recursos económicos que a las leyes de gravedad. En una sociedad libre pueden aspirar a la prosperidad y hacer cosas que en el presente están más allá de sus capacidades. En una sociedad que no lo es no pueden.
Entrada original en Inglés.
En realidad los pobres si tienen la libertad de comprarse Rolls-Royces. No son suficientemente ricos para comprarlos, pero en un país libre no están impedidos de hacerlo por el capricho o voluntad de otros. Si tuvieran o pudieran conseguir dinero podrían comprar artículos de lujo, pero hay cosas que ni los ricos ni los pobres pueden hacer.
No pueden fumar libremente en un bar o manifestarse en los alrededores del Parlamento de la Gran Bretaña. La prohibición de hacer algo tiene que ver con los límites a la libertad. Tener la capacidad de comprar algo tiene que ver con superar una circunstancia.
Una persona que carece de los recursos para comparar algo puede aspirar a reunir dinero a través del ahorro, el trabajo, un préstamo o ganándose la lotería. La mayoría de nosotros hemos llegado a comprado cosas que en algún momento no podíamos. Si no lo hicimos en dicho momento no fue por una imposición que nos lo impidiera, sino porque carecíamos de los medios necesarios.
Existe una diferencia crucial entre ser detenido por las circunstancias y ser frenado por la autoridad superior de otros. En el primer caso se tienen aspiraciones más allá de las capacidades presentes, pero en el segundo caso una autoridad dicta arbitrariamente que debes vivir tu vida del modo que ella juzga conveniente, en lugar de que lo hagas como te gustaría.
En una sociedad libre las personas pueden hacer sus propias decisiones, en lugar de ser objeto de los caprichos de quienes detentan el poder. Existen cosas que no se pueden hacer, no por falta de libertad, sino por falta de capacidad. La gente es libre de saltar por encima de la torre Eiffel, pero no hay quien sea capaz de hacerlo. La diferencia radica en que la gente que puede superar la falta de recursos económicos que a las leyes de gravedad. En una sociedad libre pueden aspirar a la prosperidad y hacer cosas que en el presente están más allá de sus capacidades. En una sociedad que no lo es no pueden.
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domingo, 16 de agosto de 2009
37. Deberíamos boicotear a las multinacionales que emplean a niños y mujeres en los países en vías de desarrollo.
Escrito por el Dr Madsen Pirie
Es verdad que las condiciones de trabajo en las empresas de manufactura del tercer mundo no serían toleradas en las economías avanzadas. Hay personas que trabajan en condiciones que nos resultarían inaceptables, y muchas veces los niños forman parte de la fuerza laboral. Sin embargo, dichas condiciones no deberían ser comparadas con aquellas han sido alcanzadas por el mundo desarrollado después de un par de siglos, sino con las que prevalecen en esos países.
En los países pobres, los niños trabajan por una necesidad económica. Trabajan mayoritariamente en la agricultura, o hurgando en basureros. Trabajan muchas horas por muy poca paga en condiciones insalubres. Algunos trabajan prostituyéndose. Aquellos que cuentan con un trabajo en empresas subcontratadas por multinacionales son en muchos sentidos afortunados aún bajo las condiciones imperantes en dichas empresas. Reciben un pago superior al promedio de sus países y cuentan con un empleo cuando otros carecen de él. Suele haber largas listas de espera para obtener un puesto en dichas empresas y quienes cuentan con uno tratan de conseguir trabajos similares para otros miembros de su familia.
La paga es muy baja bajo estándares del mundo desarrollado, pero muy alto comparado con lo que podrían ganar en cualquier otro sitio en sus propios países. Para ellos es una oportunidad de mejora para sí mismos y sus familias. Los bajos costos de mano de obra es lo que atrae a muchas multinacionales. Sin ellos, no habría razón para establecer fábricas y crear empleos allí. Si se les obligara a pagar y establecer condiciones de trabajo iguales a las del mundo desarrollado, se les arrebataría esa oportunidad.
Tomó décadas de desarrollo industrial el poder alcanzar los niveles de paga y las condiciones de trabajo que existen en el mundo desarrollado. El objetivo no debe ser negarle oportunidades a los países en desarrollo sino reducir el tiempo en que la generación de riqueza conduzca a una mejora de paga y condiciones de trabajo.
Entrada original en Inglés.
Es verdad que las condiciones de trabajo en las empresas de manufactura del tercer mundo no serían toleradas en las economías avanzadas. Hay personas que trabajan en condiciones que nos resultarían inaceptables, y muchas veces los niños forman parte de la fuerza laboral. Sin embargo, dichas condiciones no deberían ser comparadas con aquellas han sido alcanzadas por el mundo desarrollado después de un par de siglos, sino con las que prevalecen en esos países.
En los países pobres, los niños trabajan por una necesidad económica. Trabajan mayoritariamente en la agricultura, o hurgando en basureros. Trabajan muchas horas por muy poca paga en condiciones insalubres. Algunos trabajan prostituyéndose. Aquellos que cuentan con un trabajo en empresas subcontratadas por multinacionales son en muchos sentidos afortunados aún bajo las condiciones imperantes en dichas empresas. Reciben un pago superior al promedio de sus países y cuentan con un empleo cuando otros carecen de él. Suele haber largas listas de espera para obtener un puesto en dichas empresas y quienes cuentan con uno tratan de conseguir trabajos similares para otros miembros de su familia.
La paga es muy baja bajo estándares del mundo desarrollado, pero muy alto comparado con lo que podrían ganar en cualquier otro sitio en sus propios países. Para ellos es una oportunidad de mejora para sí mismos y sus familias. Los bajos costos de mano de obra es lo que atrae a muchas multinacionales. Sin ellos, no habría razón para establecer fábricas y crear empleos allí. Si se les obligara a pagar y establecer condiciones de trabajo iguales a las del mundo desarrollado, se les arrebataría esa oportunidad.
Tomó décadas de desarrollo industrial el poder alcanzar los niveles de paga y las condiciones de trabajo que existen en el mundo desarrollado. El objetivo no debe ser negarle oportunidades a los países en desarrollo sino reducir el tiempo en que la generación de riqueza conduzca a una mejora de paga y condiciones de trabajo.
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sábado, 24 de enero de 2009
36. La Asistencia Social estigmatiza a los pobres. Todos los ciudadanos deberían recibir un ingreso mínimo asegurado.
Escrito por el Dr Madsen Pirie
La asistencia social representa nuestra decisión como sociedad de ayudar a aquellos que pasan malos tiempos. Si las personas se vuelven incapaces de sostenerse por sí mismas debido a la enfermedad o el desempleo, la sociedad puede decidir ayudarles a superar sus dificultades y a ponerse nuevamente de pie. Para la mayor parte de los que la requieren, la asistencia social es una ayuda temporal dirigida a ayudar a la gente en problemas. Existen algunos incapacitados permanentemente que siempre requerirán de la ayuda de la sociedad, pero son una minoría.
La asistencia social no está concebida como una alternativa permanente al empleo para aquellos que prefieran el ocio. Si un hombre joven y sano que prefiere todo el día en casa usando su computadora mientras recibe un beneficio de desempleado no merece recibir el apoyo de otras personas. Otros tienen que pagar impuestos para que él pueda mantener su estilo de vida sin preocupaciones. Si una mujer joven y sana piensa que sería agradable tener un hijo no debería esperar poder vivir en su casa con ese hijo con todos los gastos cubiertos por otros.
En esos casos el solicitante es capaz de aceptar un trabajo pagado y comportarse de una forma responsable. La posibilidad de obtener ingresos a través de la asistencia social les ofrece la opción de elegir un estilo de vida dependiente y un incentivo para preferirlo. El problema con la asistencia social radica en hacer llegar la generosidad de la sociedad a quienes lo ameritan y dejarla fuera del alcance de quienes abusarían de ella.
El ofrecer un ingreso mínimo asegurado a los ciudadanos hacen que la asistencia social tenga un carácter universal y permanente, algo que no debería de ser. Facilita a la gente el elegir vivir sin trabajar en lugar de convertirse en una parte productiva de la sociedad y todo con cargo a quienes paga impuestos. Además supondría aumentar los impuestos a quienes ya los pagan impuestos y a desperdiciar enormes cantidades de dinero en los costos que administrar ese tipo de programas siempre conllevan.
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La asistencia social representa nuestra decisión como sociedad de ayudar a aquellos que pasan malos tiempos. Si las personas se vuelven incapaces de sostenerse por sí mismas debido a la enfermedad o el desempleo, la sociedad puede decidir ayudarles a superar sus dificultades y a ponerse nuevamente de pie. Para la mayor parte de los que la requieren, la asistencia social es una ayuda temporal dirigida a ayudar a la gente en problemas. Existen algunos incapacitados permanentemente que siempre requerirán de la ayuda de la sociedad, pero son una minoría.
La asistencia social no está concebida como una alternativa permanente al empleo para aquellos que prefieran el ocio. Si un hombre joven y sano que prefiere todo el día en casa usando su computadora mientras recibe un beneficio de desempleado no merece recibir el apoyo de otras personas. Otros tienen que pagar impuestos para que él pueda mantener su estilo de vida sin preocupaciones. Si una mujer joven y sana piensa que sería agradable tener un hijo no debería esperar poder vivir en su casa con ese hijo con todos los gastos cubiertos por otros.
En esos casos el solicitante es capaz de aceptar un trabajo pagado y comportarse de una forma responsable. La posibilidad de obtener ingresos a través de la asistencia social les ofrece la opción de elegir un estilo de vida dependiente y un incentivo para preferirlo. El problema con la asistencia social radica en hacer llegar la generosidad de la sociedad a quienes lo ameritan y dejarla fuera del alcance de quienes abusarían de ella.
El ofrecer un ingreso mínimo asegurado a los ciudadanos hacen que la asistencia social tenga un carácter universal y permanente, algo que no debería de ser. Facilita a la gente el elegir vivir sin trabajar en lugar de convertirse en una parte productiva de la sociedad y todo con cargo a quienes paga impuestos. Además supondría aumentar los impuestos a quienes ya los pagan impuestos y a desperdiciar enormes cantidades de dinero en los costos que administrar ese tipo de programas siempre conllevan.
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Ingreso mínimo asegurado
domingo, 14 de diciembre de 2008
35. Nadie debería de comenzar su vida con desventajas. Por eso no deberían de poder heredarse riquezas.
Escrito por el Dr Madsen Pirie
Aparentemente los padres quieren que sus hijos tengan una mejor vida que la suya y están dispuestos a dedicar energía, recursos y tempo para lograrlo. Esto parece ser una actitud propia del ser padres. Si la sociedad quisiera impedírselos, los padres encontrarían distintas formas para lograrlo. Si se prohibiera heredar bienes, sería a través del empleo, patrocinio o algún otro el medio utilizado para darles ventaja. En los países socialistas, por ejemplo, los padres utilizan sus influencias para asegurarles un buen trabajo en el gobierno a sus hijos.
Los impuestos a las herencias son injustos desde la perspectiva de los padres. Ellos ganaron dinero y pagaron impuestos y tras su muerte, el gobierno desea cobrar impuestos nuevamente apoderándose de aquello que reunieron para dárselo a sus hijos. Los desalienta a generar riquezas y ayudar a la sociedad en el proceso. Desde el punto de vista de quien recibe la herencia, lo que se le quita de la herencia es dinero que podrían utilizar para invertir o comenzar una nueva empresa.
La acumulación de capital heredable se acumula y promueve el crecimiento económico. Si la riqueza no se pudiera heredar, la mayoría de las empresas familiares, incluyendo tiendas y granjas no podrían continuar tras la muerte, con la pérdida que ello representaría para la sociedad. Todos pierden con esto, no solamente los ricos, también sufrirían clientes y empleados.
En Gran Bretaña el aumento en los precios de los bienes raíces ha hecho que ahora los impuestos a las herencias también golpeen a personas de ingresos medios, en lugar de afectar a los muy ricos que era la intención del impuestos; los verdaderamente ricos planean con gran anticipación cómo evitar este tipo de impuestos. Este impuesto le hace más daño a la economía de este país y al bienestar futuro del que podría justificarse por el ingreso que genera.
Entrada original en inglés.
Aparentemente los padres quieren que sus hijos tengan una mejor vida que la suya y están dispuestos a dedicar energía, recursos y tempo para lograrlo. Esto parece ser una actitud propia del ser padres. Si la sociedad quisiera impedírselos, los padres encontrarían distintas formas para lograrlo. Si se prohibiera heredar bienes, sería a través del empleo, patrocinio o algún otro el medio utilizado para darles ventaja. En los países socialistas, por ejemplo, los padres utilizan sus influencias para asegurarles un buen trabajo en el gobierno a sus hijos.
Los impuestos a las herencias son injustos desde la perspectiva de los padres. Ellos ganaron dinero y pagaron impuestos y tras su muerte, el gobierno desea cobrar impuestos nuevamente apoderándose de aquello que reunieron para dárselo a sus hijos. Los desalienta a generar riquezas y ayudar a la sociedad en el proceso. Desde el punto de vista de quien recibe la herencia, lo que se le quita de la herencia es dinero que podrían utilizar para invertir o comenzar una nueva empresa.
La acumulación de capital heredable se acumula y promueve el crecimiento económico. Si la riqueza no se pudiera heredar, la mayoría de las empresas familiares, incluyendo tiendas y granjas no podrían continuar tras la muerte, con la pérdida que ello representaría para la sociedad. Todos pierden con esto, no solamente los ricos, también sufrirían clientes y empleados.
En Gran Bretaña el aumento en los precios de los bienes raíces ha hecho que ahora los impuestos a las herencias también golpeen a personas de ingresos medios, en lugar de afectar a los muy ricos que era la intención del impuestos; los verdaderamente ricos planean con gran anticipación cómo evitar este tipo de impuestos. Este impuesto le hace más daño a la economía de este país y al bienestar futuro del que podría justificarse por el ingreso que genera.
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